Sin saber bien por qué


Su rostro narraba su historia triste y contrariada,

Con unas arrugas situadas estratégicamente

Que mostraban el paso de unos años en que la felicidad

Nunca había habitado en su alma.

Sus labios, bellos, habían perdido la carnosidad

De aquellos tiempos en que yo soñaba con besarlos.

Sus ojeras no eran de insomnio sino

Del cansancio acumulado por una vida injusta.

Su pómulo acardenalado, ¿sería de maltrato?

Ella hablaba y yo la contemplaba

Con la admiración que siempre había causado en mí.

¿Eres feliz? Le dije sin venir a cuento

Mientras comentábamos algo insustancial.

Hizo una mueca y siguió enlazando palabras

Sin mayor transcendencia que evitar un silencio

Que hubiera tenido que llenarse de frases

Con sentido y con sentimiento.

Su mirada apagada, de fondo ensimismado

En su tragedia, me alarmó.

¿Qué había sido de aquellos ojos vivos

Cuyo azul competía con el cielo?

No podían ocultar su padecimiento

Silenciosamente malvivido

Sin un hombro en el que apoyarse,

Sin una mano a la que apretar,

Sin un corazón con el que latir al unísono,

Sin unas mejillas por las que derramar 

Lágrimas juntos a la vez,

Sin una garganta con la que gritar

Contra la miseria de este mundo ingrato.


Hablamos de todo y de todos durante tres horas

Que se nos hicieron un instante.

Recordamos aquellos años locos y felices.

Las travesuras de la infancia.

Las tonterías absurdas de la adolescencia,

Llenas de tantas dudas y miedos,

De ilusiones que un día viviríamos

Pero que entonces parecían habitar en una eternidad remota

Con nuestras caras de pasmados ante el misterio del sexo.

Revivimos las incitaciones de la juventud

Y sus concreciones en las que nos hubiéramos

Quedado enganchados para toda la vida.


Tengo que irme, me dijo.

Mi marido me espera

Y se impacienta si llego tarde.

¿Tu mujer no se impacienta? Me preguntó.

Hice una mueca, miré otra vez el fondo de sus ojos.

Quise besarla en los labios

Acariciar su cuerpo como aquella noche de los veintitrés

Pero no me atreví.

Todo quedó en un apretón de ambas manos

Y un beso casto en ambas mejillas.

Ojalá que no tardemos tanto en vernos.

Ta présence apporte de la joie à mon cœur,

Me dijo en francés. Y desapareció

Entre una muchedumbre de nadies

Que ocultaban su aroma y su ser.


Lloré cuando me senté en mi coche

Sin saber bien por qué.

Grité de rabia

Sin saber bien por qué.

Arranqué y puse rumbo a casa

Sin saber bien por qué.


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