Sin saber bien por qué
Su rostro narraba su historia triste y contrariada, Con unas arrugas situadas estratégicamente Que mostraban el paso de unos años en que la felicidad Nunca había habitado en su alma. Sus labios, bellos, habían perdido la carnosidad De aquellos tiempos en que yo soñaba con besarlos. Sus ojeras no eran de insomnio sino Del cansancio acumulado por una vida injusta. Su pómulo acardenalado, ¿sería de maltrato? Ella hablaba y yo la contemplaba Con la admiración que siempre había causado en mí. ¿Eres feliz? Le dije sin venir a cuento Mientras comentábamos algo insustancial. Hizo una mueca y siguió enlazando palabras Sin mayor transcendencia que evitar un silencio Que hubiera tenido que llenarse de frases Con sentido y con sentimiento. Su mirada apagada, de fondo ensimismado En su tragedia, me alarmó. ¿Qué había sido de aquellos ojos vivos Cuyo azul competía con el cielo? No podían ocultar su padecimiento Silenciosamente malvivido Sin un hombro en el que apoyarse, Sin una mano a la que apretar...