¡Qué panorama!

 

Cada vez sale más lodo de las cloacas de los grandes partidos y de sus conexiones con algunas instituciones del Estado cuando las controlan, de esa fontanería que funciona como las mafias más conocidas del mundo, por ahora sin asesinatos, aunque sí dejando muchos muertos políticos, a los que curiosamente a veces resucitan a favor de esos intereses inefables que poco tienen que ver con el bien común y la resolución de los problemas que afectan a los ciudadanos. Es un panorama lamentable para nuestra democracia ver todos los días noticias sobre los enchufes para cobrar sin trabajar o acceder a puestos para los que no se reúnen méritos, las comisiones por favores en subvenciones o contratos públicos, las prebendas en cargos públicos o para ocupar puestos de propaganda en los medios de comunicación, el despilfarro de dinero público en gastos de representación o en entes públicos o semipúblicos creados para colocar amiguetes con buenos sueldos, los movimientos para comprar las voluntades de jueces y fiscales o poner a afines para evitar investigaciones sobre corrupción, que éste sí es el verdadero lawfare.

En estos últimos meses las noticias afectan especialmente al PSOE, pero no faltan las que se refieren al PP y no es necesario echar muy atrás la vista para recordar casos en los que dirigentes de este partido estuvieron implicados en casos de corrupción, actuaciones ilícitas desde el Estado para perjudicar a contrincantes políticos, etc., etc. No olvidemos que Casado salió de la presidencia del partido cuando quiso airear algunos casos de supuesta corrupción que afectaban a personas relevantes del PP de Madrid o sus allegados.

En vez de contribuir desde los medios de comunicación, desde algunos foros académicos o desde instituciones de la sociedad civil para hacer frente a este panorama lamentable, lo que vemos cada día es que medios, periodistas, tertulianos –muchos de ellos profesores–, partidos, etc. contribuyen al ruido de la bronca política sin que se puedan escuchar las voces sensatas, que las hay, incluso dentro de los partidos, voces que señalan caminos diferentes, que saben que este ambiente de constante confrontación, no de ideas, sino de intereses espurios, es la peor circunstancia para la política, es el caldo de cultivo para los discursos populistas que destruyen nuestra democracia y que acabarán arrumbándola al desván de la historia. El discurso populista ha impregnado toda la vida política. Es un riesgo enorme, un problema gravísimo que no enfrentamos, que no afrontamos. Si los medios dejasen de prestar atención a los insultos que se dirigen a diario los líderes de los partidos, lo que no es noticiable porque es lo de todos los días, no tiene actualidad, y prestasen sólo atención a las propuestas de resolución de los problemas de los ciudadanos se haría el silencio. Exagero, lo sé, porque sé que mucha gente en los partidos y en los gobiernos central, autonómicos, municipales trabajan de buena fe para desarrollar estas propuestas, pero apenas se les presta atención, sólo a la bronca.

De la corrupción sólo sale la punta del iceberg y generalmente porque alguien traiciona al grupo de corruptos, a la mafia. Es fácil imaginar lo que hay detrás de las cosas que estamos viendo estos días, sobre todo oyendo, pero lo que tenemos que hacer es frente a esa corrupción y no intentar echar alfombras encima si perjudican al propio partido. Toda corrupción es mala, sea de los afines o de los extraños.

En estas horas se echa de menos la “nueva política” que vino con un discurso regeneracionista –la palabra no me convence–, pero que pronto envejeció y adoptó los mismos vicios de la vieja política. Ciudadanos murió por sus propios errores, por su errática y errónea estrategia política, por derechizarse y querer dar el sorpasso al PP. Podemos languidece con discursos de una autoridad moral que casan mal con las actuaciones de sus líderes. ¡Dónde queda la posibilidad de sorpasar al PSOE? ¿Alguien puede decir que han aportado a la política? Sí, saldrán varios diciendo que esto y aquello, politiquillas y medidas chiquitas, pero ¿han cambiado los usos y abusos de la política vigente o los han fomentado y se han adaptado a ellos? Poca cosa. Sumar ya no suma nada, si en algún momento lo hizo, sino que resta, hasta el punto de que puede, como Podemos, desaparecer en las próximas elecciones. Aquellas esperanzas de la “nueva política” se diluyeron de forma tan inmediata como un azucarillo en un café. Y, además, han generado tanta decepción y tanta frustración en los ciudadanos –eso que los políticos llaman la ciudadanía, que es cosa heterogénea y no como ellos pretenden un bloque al que mover a su antojo– que hoy es casi imposible que pueda surgir algo nuevo que ilusione a la gente, cuando más necesario es. Y no sólo en España, también en Europa, incluso en Estados Unidos y en otros países, nuevos partidos que sean capaces de plantear proyectos creíbles y razonables para el siglo XXI. El socialismo está en descomposición en casi toda Europa. La democracia cristiana y los partidos conservadores andan también sin rumbo, de ahí el auge de la extrema derecha. El liberalismo centrista no sabe por dónde ir. Siguen en el siglo XX, todos, y no saben idear la nueva política que necesita el siglo XXI.

Algunos líderes del PSOE, como ya hizo Rubalcaba en su momento, se atreven a alzar la voz dentro de un partido, cuyas estructuras internas de debate -me cuentan los que saben- están deshechas o son inexistentes, para decir que no se puede gobernar con los populistas con los que hace poco se decía que no se podría dormir si se acordaba con ellos, con los independentistas que intentaron hace nada dar un golpe al Estado para romper la soberanía del pueblo español, con los herederos de una banda terrorista que aún no condenan nítidamente aquella violencia e incluso aplauden los retornos de la cárcel de presos que siguen llamando políticos y no asesinos.

El panorama es desalentador, terrible para que triunfen los que quieren destruir la democracia socioliberal que estableció nuestra Constitución de 1978, aún vigente aunque muchos de los que apoyan al Gobierno querrían derribarla, como también querrían romperla otros que apoyan al Partido Popular en algunos gobiernos municipales y autonómicos. Necesita cambios nacidos de un consenso inmenso, mayor al del 78, lo que ahora no parece factible. Es difícil pensar que de la política actual salgan las ideas, las gentes, los proyectos para cambiar el rumbo. Hay que ayudar desde la sociedad civil, desde la universidad, desde los foros de debate a romper este panorama desalentador e impulsar ideas y proyectos que puedan cambiar nuestra vida política, de forma que surjan grupos que puedan encauzar una nueva política por los cauces institucionales y legales de nuestra democracia.

 

P.S.: dedico este articulejo, estas reflexiones de urgencia con el corazón encogido por lo que veo a diario en la prensa, a la abejilla que me ha acompañado, y molestado, en mi despacho de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid mientas escribía estas líneas. Sin saberlo, esta abejilla me recuerda que la función del pensador es, como nos enseñó Sócrates, la de ser un tábano frente a los poderes establecidos, políticos y sociales, y una partera que ayude a dar a luz nuevas ideas que contribuyan a un mundo mejor.

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