A los 14 años empecé a leer poesía, principalmente a los clásicos, desde las coplillas mozárabes y el romancero hasta las generaciones de postguerra, casi nada de lo que se escribía entonces. Leía poesía escrita en español de este y del otro lado del Atlántico, también en otras lenguas peninsulares como el catalán, el gallego y el portugués, y algo de poesía en inglés. No sé qué me llevó a ello. No recuerdo ningún profesor que me orientase hacia esa afición, aunque luego sí otros en el Ballicherato que fomentaron ese gusto. La profesora de Literatura de tercero se daba cuenta de que yo anticipaba versos de los poemas que nos recitaba en clase. Cuando hicimos el primer examen, en el que nos pidió que escribiéramos un ensayo con los temas de Los milagros de Nuestra Señora , de Gonzalo de Berceo, me puso una anotación sobre el ejercicio: "que el escribiente pase a verme". Supongo que tuve que buscar en el diccionario la palabra, que fue para mí un baño de humildad, porque estab...